el sexo convencional estricto, es como aquel cliente que entra en una heladería italiana de ensueño, repleta de sabores, colores y texturas, con miles de variaciones, y pide al dependiente: "Por favor, uno de vainilla"

miércoles, 16 de mayo de 2012

Mi primer intento

Hace ya meses que llevaba dándole vueltas a una idea en mi cabeza. Yo siempre pensaba... "tío, estás loco". La idea era que quería que me metieran un puño por el culo. Así, sin dar más vueltas. Me acuerdo de haber llegado a vídeos de eso que llamaban fisting y yo recuerdo las primeras veces que lo veía, que me quedaba asustado. Pero el caso es que llegó un día, no sé cómo en el que dejé de llegar por azar a esa clase de vídeos. Era yo el que lo iba buscando. Me encanta ver como se abrian los agujeros al tener la mano. Primero un dedo, luego dos, luego tres, cuatro... ya cuatro me parecía un abuso, la verdad; ¿para que lo voy a negar? Pero bueno, yo mi cuenta empecé a intentarlo, y me gustó. Luego empecé a intentar con el puño, pero nada, que no entraba. Entonces, un día, en una de estas páginas de perfiles, un tío me habló porque me había visto en unas fotos, que le llamaba la antención lo que hacía (no era nada sexual, que quede claro). Cuando llegué a su perfil vi que tenía puesto "fisting: activo y pasivo"). Pues yo se lo mencioné, que era algo que me llamaba la atención y que me gustaría probarlo.

Quedé con él, en su casa, y yo después tenía otros compromsisos, pero supuestamente habíamos quedado para conocernos pues yo supuse que luego seguiría con mi plan.

Pues bueno, llego a su casa y nos ponemos hablar con el jiji y el jaja y cuando me doy cuenta, se me lanza encima y me tira contra la cama y me saltá "¿A quién le voy a meter yo el puño?". Y en mi fuero interno sonó: "A tomar por culo los planes de después". Y empezamos con el tema.

El tío me desnudó me levantó las piernas y me hizo cruzarlas un poco. Entonces, sin lubricante ni piedad me metió hasta cerca de los nudillos acompañado de la afirmación "'¡Qué bien dilatas!" Ni yo cabía en mí de la emoción, ni el puño de él dentro de mí, pero bueno. El caso es que el "Maestro", por ponerle un nombre, empezó a trabajar. Usó mucho lubricante y me hizo todo lo que podía. Me metía hasta donde podía (jamás más allá de los nudillos, lamentablemente), daba vueltas, me apretaba, abría los dedos para dilatarme y me daba conversación para tranquilizarme: me preguntaba qué tal estaba, me hacía chistes para que me relajara. Y seguía trabajando allá donde la espalda pierde su bello nombre. Pese a que no me cabía por completo, yo estaba en éxtasis, me encantaba.

Llegado a un punto, después de hora y pico trabajando, tuvimos que dejarlo, era obvio que no iba a conseguir que entrara, pero me dijo que tenía muy buena proyección de futuro. Y aquí ando, todavía sin que me quepa un puño, pero sigo intentándolo.

Eso sí, yo no sabía dónde me había metido, porque no sólo le gustaba el fisting... Le gusta el BDSM y a mí me hizo entrar en este mundillo que ahora os comenzaré a contar

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